Corbijn
se acerca a la fotografía en su adolescencia, cuando a causa de su timidez se
refugia en la compañía que le proporciona la cámara, acudiendo a conciertos de
grupos y artistas minoritarios, no tan conocidos, y decide venderlas a publicaciones
musicales que aceptan su obra.
Manifiesta
sinceramente que no es partidario de una formación previa al trabajo como
fotógrafo, ya que esto le permitió crear su propio estilo de forma pura, sin
ser tentado de imitar a ningún autor, aunque
confiesa que siempre le atrajo la fotografía en blanco y negro porque
dota de mayor grafismo a la imagen. Cuando su trabajo en fotografía se
convirtió en algo más formal, tomó las obras de Arbus o Frank como punto de
partida para su trabajo.
Ante
el posible estancamiento de su carrera profesional como fotógrafo decidió en su
momento reciclarse, marchándose a Los Angeles, donde la iluminación del sol le
proporciona un juego interesante a su carrera, además decide tomar fotos a
personalidades del cine, pero desea que su obra se valoré más allá que la del
retratista de famosos. No se siente atraído por la foto publicitaria ni por los
grandes artificios de las poses, de echo nunca lleva ni utiliza equipos de
iluminación en sus sesiones, cree que la naturalidad es la materia prima para
su trabajo y para ello no recrea escenarios ni escenas sino que contando con un
corto espacio de tiempo improvisa con el personaje retratado para obtener el
retrato que lo defina y represente.
No
se siente identificado con ningún retratista de famosos, de hecho no le atrae
ese tipo de fotógrafos, tampoco tiene grandes conocimientos técnicos, tan sólo
según él los imprescindibles para el trabajo que realiza, confiesa que lo que
más le interesa de la fotografía es poder vincularse a gente durante 15 minutos
y comprender su filosofía de vida.
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